Declaración de la Juventud Rebelde 20 de Diciembre
1976 - 24 de Marzo - 2011
Un 24 de marzo fue el día en que muchos de nuestra generación nos acercamos por primera vez a una movilización, que buscamos un pañuelo blanco bien adelante para ver con nuestros propios ojos a las madres, que aprendimos nuestras primeras canciones “de marcha”.
En ese día, que es todos los 24 de marzo, combinamos el odio y la admiración. El odio hacia quienes nos los quitaron, la admiración hacia quienes fueron parte de esa gesta militante. El 24 es una fecha para ejercitar la memoria, pero no la única. Su sola referencialidad al golpe de Estado, al exterminio, no debe permitirnos olvidar que hubo un antes tanto como una resistencia.
Construir memoria, es también permitirnos recordar lo que existió previo a eufemismos militares tales como “interrogatorio” y posterior “traslado”. Permitirnos recordar que además de vínculos represor – detenido, hubo vínculos como madre – hijo, y también, y por sobre todo, vínculos compañero – compañero. Hubo militancia.
Fue justamente el compromiso militante de los que sobrevivieron, de los que volvieron del exilio, y también de los que se sumaron, de organismos de Derechos Humanos y organizaciones de nuestro pueblo, el que posibilitó que hoy podamos sentarnos en un tribunal a escuchar “perpetua” a varios genocidas.
Hace poco menos de tres décadas asistimos a marchas y contramarchas en políticas de juicio y castigo para con los responsables de la desaparición de 30.000 compañeros y compañeras. Pasamos – y decimos pasamos en tanto pueblo – por autoamnistías, Tribunales Militares (nunca mejor dicho “de cartón”), el Juicio a las Juntas, los levantamientos carapintadas y las leyes de obediencia debida y punto final, los indultos,… y así llegamos a un hoy, que aunque con varias deudas pendientes, avanzó en la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad, en juzgar a cientos de genocidas y en recuperar múltiples ex Centros Clandestinos de Detención para convertirlos en sitios de memoria. Como parte de la Juventud , no nos tocó transitar todo ese recorrido, de hecho muchos de nosotros somos hijos de la democracia; pero somos concientes de que estamos en un presente que no merece ser naturalizado, sino que más bien nos obliga a defenderlo y profundizarlo acompañando a los testimoniantes, tratando de llenar cada una de las audiencias, peleando por más juicios para los responsables militares y civiles del genocidio.
Estos avances que permiten caminar hacia un país con menos impunidad, se chocan y se debilitan con grandes deudas de nuestro presente. Y decir esto no nos vuelve ni necios ni tercos. La cantidad de pibes muertos a manos de la Federal (como ocurrió el último fin de semana en la previa de un partido de futbol), las cientos de mujeres secuestradas y explotadas sexualmente con complicidades políticas, judiciales y policiales, los asesinatos de luchadores populares como Maxi y Darío, las desapariciones de Luciano Arruga y Julio López a manos de la Bonaerense , el asesinato de Fuentealba en la lucha por una mejor educación para el pueblo, el asesinato de Mariano Ferreyra, la expulsión de sus tierras y asesinatos de miembros de comunidades al norte de nuestro país, entre otros tantos casos, son testimonio de un hoy que nos duele y nos convoca. ¿O acaso el homenaje sería sincero si no dijéramos nada de todo esto?
Estos 35 años del golpe de Estado llegan en tiempos en que la juventud empieza a animarse cada vez más a participar en política. Lejos de la mala palabra de los noventa, la política empieza emerger como herramienta de transformación. Es que desde el 2001 aprendimos que sino la hacemos nosotros, la política la hacen otros. Desde los secundarios, las universidades, los barrios y nuestros lugares de trabajo, somos parte de este nuevo ciclo, el de una generación que abraza el legado de los 30.000 al tiempo que construye su propia historia, sus tácticas y estrategias, sus consignas.
La juventud tiene que defender los avances en el bienestar y la dignidad de nuestro pueblo, al tiempo que debe construir su “propio modelo”. No estamos dispuestos a, en nombre de“contradicciones”, “realismos” y “correlaciones de fuerzas”, aceptar que nos dirijan economistas formados en universidades neoliberales, gobernadores que no paran de prometer más y más policía en los barrios para estar más y más en sintonía con la seguridad mediática, ministros que por más simpáticos supieron tener altos cargos en tiempos de la masacre del Puente Pueyrredón, y la lista sigue… Sabemos que si no queremos “ser jóvenes viejos”, como nos alertó décadas atrás Salvador Allende, tenemos que hacer a un lado cualquier posibilismo impropio de la juventud, manteniendo nuestra rebeldía ante cualquier injusticia sin esperar la “bajada de línea” de más arriba para saber si podemos o no denunciarla.
Este 24, y todos los días, rendimos homenaje a quienes se animaron a jugárselas todas para transformar la Argentina. Pero no un homenaje estéril, de sillones y salón de actos. Si no uno que aun no pasó de moda para nosotros: el de seguir sintiendo en lo más hondo cualquier injusticia cometida en cualquier parte del mundo.
A 35 años del golpe, no nos han derrotado.
¡30.000 Presentes! ¡Hasta la victoria, siempre!
Juventud Rebelde 20 de Diciembre
La Mella – Presidencia FUBA, Lobo Suelto, La Trifulca