martes, 25 de junio de 2013

Junio me arde rojo aquí en la espalda



Nuestro país estaba prendido fuego, apenas habían pasado seis meses desde la renuncia de Fernando de la Rúa. Gobernaba Eduardo Duhalde, en medio de una profunda inestabilidad política y de una lenta y cansina reactivación económica. El 26 de junio de 2002 se convocaba una movilización de movimientos de desocupados y fuerzas de izquierda que partiría desde la Provincia de Buenos Aires y llegaría hasta Plaza de Mayo y que reclamaría por mejoras para los sectores más golpeados por la crisis. Once junios atrás, asesinaban a Darío y a Maxi por la espalda.
¿Quiénes fueron Darío Santillán y Maximiliano Kosteki? Eran dos militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados, y tenían 21 y 23 años respectivamente. En el momento de su muerte se encontraban en la estación Avellaneda, separados de la movilización y de la represión que estaba ocurriendo a unas pocas cuadras, en el Puente Pueyrredón. Si bien en un primer momento el gobierno duhaldista intentó encubrir su asesinato y atribuirlo a un enfrentamiento entre los militantes, a pocas horas salió la verdad de la mano de fotos de periodistas que estaban cubriendo la manifestación: la policía disparó directamente y con balas de plomo primero contra Maxi y, luego de que Darío intentara auxiliarlo, también cargaron contra él, por la espalda, sin ningún tipo de defensa posible.
Hace once años, Darío no dudó un segundo en volver, en quedarse acompañando a un compañero herido de bala a quien, hasta ese momento, no conocía. Con este gesto, Darío nos enseñó lo que es el compañerismo, lo que significa dejar todo, hasta la propia vida, por ayudar a otrxs. Maxi y Darío representan hoy para nosotrxs toda esa bronca contenida, esa indignación gritada, esa dignidad rabiosa que surge desde abajo para disputar contra toda forma de opresión e injusticia y que hoy transformamos en pasión, en coraje y en una rebelde alegría.
A ellos les rendimos homenaje, no desde un lugar pasivo, sino desde un lugar activo y  creativo. Porque no sirve sólo recordar, si unx no se apropia de lo aprendido y no lo aplica en la acción cotidiana. La mejor forma de honrarlos es continuar su tarea: la construcción de nuevos valores, de nuevos individuos, de nuevas sociedades.

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